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viernes, 27 de julio de 2012

Todo lo que muere es olvidado.


"Lo logre, lo logre por Dios llegué!" dijo mirando su cuaderno. Llegó a algo que la frivolidad hizo que creyera que era " el peso perfecto". Se puso a saltar en su cama hasta que  miro al espejo y creyo ver a un monstruo. "Que gorda, que asco, soy un bicho, una vaca!", decia mientras se tocaba la cintura, sus pechos y sus costillas. Su alegria fue arrebatada por el huracan turbio del estereotipo de la modernidad. Se tiro al suelo y lloro durante horas. Sentia fríos sus huesos, pero quería sentir mucho mas. El sueño de la perfección, o mejor dicho, de la destrucción era la peor pesadilla. 


Lloró toda la mañana y toda la tarde, podía continuar su llanto pero, al caer la noche decidió detenerse, levantarse del helado suelo. En puntas de pie como una bailarina camino hacia el baño y se metió en la tina. Salio de la misma, se vistió con sus brillos glamourosos tipicos de sus madrugadas sin freno, tomo su maxi-bag y miro al sitio donde se le había ido el día, el suelo. 


Ahí se vio, no era una vaca, no era un bicho, no era un monstruo.  Solo era una joven de 18 años con el peso de una niña de 10 que yacía sin vida en un departamento. Su alma inconscientemente la abandonaba para vivir otra noche mas en la triste ciudad porteña.

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